CUIDAMOS NUESTRAS EMOCIONES
HOY
HABLAMOS DE LOS/AS CUIDADORES/AS Y SUS EMOCIONES.
La experiencia de cuidar, muchas
veces lleva consigo la aparición de una serie de emociones que es probable que
no hayas experimentado antes, o quizás no lo has experimentado con la intensidad
con la que ahora aparecen: enfado, resentimiento, culpa, ansiedad, nerviosismo
o miedo… Pero también pueden aparecer sensaciones como responsabilidad,
crecimiento personal, recuperar el sentido de la vida al cuidar a quién nos
necesita…
“Todos los
sentimientos y emociones que tengas son legítimos”
Es normal tener emociones o
pensamientos negativos hacia la situación en la que estáis tanto tú como tu ser
querido. No es una situación agradable, ni para ti ni para quién está
padeciendo la enfermedad, por lo que es habitual sentirse abrumado/a y sin
saber si aquello que estás haciendo o sintiendo está bien o mal. Cuando el
cuidado de tu ser querido resulta complicado es el momento de decidir otras
formas de cuidar, sin que ello genere un sentimiento de culpabilidad, puesto
que siempre has hecho y seguirás haciendo lo mejor para tu ser querido.
Pedir ayuda es una de las maneras en la que puedes mejorar
la atención de tu familiar. A veces, damos a esto un significado negativo, como
si no fuéramos capaces de llevar a cabo la tarea; sin embargo, pedir ayuda
significa querer cuidar mejor y es una buena forma de tener otros puntos de
vista para poder continuar con los cuidados.
No le estás abandonando, la toma de decisiones es muy
difícil pero estamos seguras de que tú sólo quieres lo mejor para tu ser
querido, y a veces, lo mejor consiste en una hospitalización o una estancia en
residencia, ya sea por los cuidados que necesita, o porque en casa la situación
de cuidado se complica.
El enfado, el resentimiento y la ira, pueden
aparecer contra la persona cuidada, contra la situación o contra uno mismo; en
ocasiones podemos sentirnos “atados/as” a la enfermedad, sin libertad,
solos/as, con una sensación muy fuerte de injusticia…
“La enfermedad no es justa, pero puedes intentar hacer
que ésta no se apodere de tu vida ni de la persona a la que cuidas”
No olvides que a quién estas
cuidando está aquí, contigo, viviendo y sintiendo la experiencia de enfermedad.
Si sientes que tus fuerzas se están agotando, tómate un respiro en cuanto sea
posible. Lo ideal sería no llegar al “no poder más” e ir cuidándote día tras
día, para lograr un cierto equilibrio: sal a dar un paseo en cuanto sea
posible, no abandones hábitos para ti saludables, apóyate en personas de tu
entorno, habla de lo que necesites incluso con la persona que cuidas si se
encuentra en buen estado cognitivo ya que abrir el canal de comunicación, ayuda
a vivir de una manera más tranquila y positiva la enfermedad.
Es posible que a lo largo del
proceso, haya días o temporadas en las que te sientas más triste y abatido/a,
estás viviendo una situación muy dura, por lo que es normal que la tristeza
aparezca y se quede contigo un tiempo. Si consideras que la tristeza se hace
cada vez más fuerte y te imposibilita el continuar con los cuidados, recurre a
tu centro de atención primaria o a tu grupo de autoyuda.
Para reducir la posibilidad de
que la tristeza pueda contigo es importante que sigas unas pautas de
autocuidado y de autonomía personal, de esta manera utilizarás aquellas
situaciones que te gustan y son útiles para ti, en tu día a día, como estímulos
positivos de la situación que estás viviendo.
También el miedo a no estar haciéndolo bien, o la
insatisfacción que produce el querer que todo esté perfecto y que a tu ser
querido no le falte de nada, puede hacer que entres en una espiral de ansiedad,
que va a resultar muy perjudicial para ti y la persona que cuidas.
Es posible que sientas miedo en una situación como la
que estás viviendo, nadie te ha enseñado a cuidar de un ser querido enfermo y
en cierto modo vas aprendiendo cada día, sintiendo como tu vida se transforma y
cambia hasta tal punto que tú sólo piensas en los cuidados y atenciones al
enfermo/a.
Si tienes dudas pregunta a tu
equipo de profesionales de referencia. Pero confía en que estás haciéndolo
bien, lo mejor posible, lo mejor que sabes, y con todo tu amor.
En el proceso de cuidar bien
también aparecen emociones
y sentimientos positivos, cuidar a esa persona habla de amor, de luchar
por la persona que queremos, significa interés hacia esa persona, implica
fuerza, constancia y en muchas ocasiones, te hará ver aspectos de ti mismo/a
que te harán sentirte orgullosa/o.
Muchos cuidadores/as familiares
refieren haber evolucionado como personas en el proceso de cuidar a un ser
querido, con la satisfacción de estar devolviendo amor y cuidados que pudieron
recibir en otros momentos de su infancia por ejemplo. El hecho de cuidar a
alguien que padece una enfermedad te puede hacer estar más receptivo/a a las necesidades
de los demás y a las tuyas.
“Es un proceso de intercambio de
emociones en el que tanto la persona que cuida como el/la cuidador/a comparten
mucho más que los cuidados: tiempo, dedicación, complicidad, reflexiones,
dudas, miedos, preocupaciones, alegrías, sonrisas…”
“Una respiración lenta y ligeramente profunda tiene muchos beneficios para
nuestro sistema nervioso: calma la mente, combate el estrés y nos ayuda a
relajarnos”
“la respiración además nos conecta con nosotros/as mismos/as y nos permite
calmar la mente y relajar el cuerpo”
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