MADUREZ - INTELIGENCIA - RESPETO MUTUO - AMPLIANDO MIRAS

En ocasiones es necesario reflexionar en torno a temas trascendentales que inundan nuestra vida cotidiana. Son precisamente las circunstancias de la vida diaria y las personas con quiénes nos relacionamos cada día, quiénes nos enseñan lecciones fundamentales.

Eso sí, tendremos que estar con los ojos y los oídos bien abiertos para escuchar, entender y razonar lo que percibimos por los sentidos. 
En guarderías y escuelas infantiles, es muy fácil y frecuente presenciar riñas entre los peques por las razones más absurdas: "me ha dicho tonta...", "me ha quitado el juguete..."

Afortunadamente a medida que vamos creciendo, vamos midiendo la prioridad de las cosas, colocandolas en el lugar que merecen, por orden de importancia. Aunque esto entre adultos, desgraciadamente no siempre ocurre así. Sería interesante reflexionar en este aspecto, y ser capaces de ver desde nuestra perspectiva adulta, cómo aprendemos a percibir la realidad; cómo la interpretamos, cómo la valoramos, cómo la juzgamos, cómo desde lo percibido, juzgamos también a los demás. Sin ni siquiera ser capaces de entender o escuchar las razones que otras personas tienen para actuar o responder como lo hacen. Sencillamente, juzgamos y nos ofendemos.  
Es necesario ampliar nuestras miras.


No siempre podemos coincidir con las personas con quiénes convivimos en las mismas opiniones, puntos de vista,...Existen muchos temas controvertidos como la política, la religión, el futbol...que generan tal cantidad de conflictividad que puede arruinar para siempre, una amistad, una cena familiar o un grupo de compañeros de trabajo.

No hay necesidad de ésto cuando nos damos cuenta de que somos personas adultas, capaces de ponernos en el lugar del otro, y capaces de entender (que no sentir), lo que la otra persona puede sentir en un momento determinado. Y esta capacidad se consigue sin perder nuestra propia esencia. Sin perder nuestro ser real. 

El ser humano es ante todo un ser social. Necesita de otros seres humanos de quiénes se nutre. Siempre se crece desde el aprendizaje de los demás. Hasta de nuestros "contrincantes" podemos aprender. En el peor de los casos, para conocer sus estrategias.

Una de las lecciones más importantes que aprendí de mi padre es que el respeto a la dignidad del otro es signo de inteligencia y madurez personal. El que no respeta a su igual, no se respeta a sí mismo. Esta enseñanza me la transmitió con su vida diaria, sin que tuviera que decírmelo. Yo sola pude verlo mientras le observaba conversando, escuchando, comprendiendo, y sobre todo respetando al otro. Aunque sus opiniones manifiestas fueran radicalmente opuestas a las suyas. Nada que formara parte del ser humano, le resultaba ajeno.  Y así, en el día de su muerte, a los 101 años de edad, me ví acompañada por las personas más diversas que le rendían homenaje, de toda clase social, ideología política y opinión. 

Desde entonces, y con ese compromiso adquirido de conservar su legado en la medida en que me lo permitan las fuerzas, abogaré siempre por el diálogo frente a la confrontación; a la escucha frente al silencio; a la mirada cálida frente al desprecio; al contacto de piel frente al uso de intermediarios humanos o técnicos. Y desde ese diálogo, escucha y presencia, contribuir al desarrollo y personas maduras, inteligentes y si cabe, más humanas.          

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