VACACIONES...

Palabra mágica cuando estás trabajando. Vocablo sin sentido cuando llevas desempleado/a por años y sin perspectivas de trabajar a corto plazo. 

En cualquiera de los casos, si tenemos niños o adolescentes en edad escolar o parejas que sí las tengan, el periodo vacacional se convierte en la prueba de fuego que mide la firmeza de nuestros lazos familiares.

Puedes encontrarte con vacaciones de todos los colores.

Aquellas en las que se te llena la casa de gente a todas horas, preferentemente si tienes cerca una playa o resides en una urbanización con piscina. Y no te digo nada si tienes chalet con piscina propia. entonces la gente nunca desaparecerá del todo hasta que lleguen los frios del otoño.

También puedes encontrarte con aquellos momentos en los que vienen tus suegros del pueblo de Cuenca que ni siquiera sabes donde esta situado porque has ido solo una vez en tu vida, y que se meterán absolutamente en todas tus formas de llevar tu casa. 

Estás aquellas otras en las que eres tú quién va a otra casa de alguien, y tienes que acostumbrarte a la convivencia con 25 personas más, a turnarte en el único baño existente, y a aprender a educar la vista al más completo desorden doméstico donde las tortillas de patatas conviven con las chanclas de playa y tu bolso de chanel. (del mercadillo, pero chanel, al fin y al cabo)

Y luego, están las básicas y sencillas de mucha gente que no podemos ir a ningun sitio, y que se traduce en la convivencia con tu familia 24 horas, siete días a la semana. Aquí no hay horarios, ni despertador, ni salidas a talleres o actividades extraescolares, ni clases de yoga, porque es agosto. Estás sencillamente tú y tu vida real. 

Salvo en momentos excepcionales en que tengas ocasión de playa y viajes, las vacaciones son los periodos de convivencia más reales en los que nuestro yo más auténtico se manifiesta, y lo hace durante más horas. Eres tú en estado puro. 

No es extraño que tras la finalizacion de las vacaciones se firmen divorcios y separaciones.

Durante el año, si analizamos nuestra jornada diaria, pasamos muy pocas horas con nuestra familia en convivencia real. Horario laboral ampliado si tienes jornada partida y aprovechas para no venir a comer...las horas de sueño...nos quedan unas seis-ocho horas reales que ahora habrá que repartir en el resto de nuestras obligaciones. Pero en el verano, no existe este ritmo. Estamos acostumbrados  vivir de la misma forma durante once meses del año, y en tan solo uno, hemos de modificar absolutamente toda nuestra dinámica. 





Lo que propongo en este espacio, es que aprovechemos este periodo de vacaciones, sea cuando sea, para disfrutar de este encuentro especial familiar y/o personal con nosotros mismos. Desde otra ilusión renovada. Desde la perspectiva de nuestra necesidad de conectar con quiénes somos y qué queremos y sobre todo, de disfrutar de todo aquello que tenemos, sin ansiar lo que aún está por venir. 

Es tiempo de pasear sin prisas con nuestras mascotas, de leer buenos libros, que nos permitan soñar, viajar, emocionarnos...desarrollar nuestros sentidos, el aroma del aire fresco en la mañana o al atardecer; los ruidos que habitualmente no escuchamos, la piel de nuestra pareja a nuestro lado al comenzar el día, sus labios junto a los nuestros en un beso sin prisas. 

En vacaciones se puede disfrutar de todo esto. Aprender a mantenerlo el resto del año, nuestro mejor aprendizaje.

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