LA FAMILIA CLOWN DE ALEJANDRIA
Cuando leas esta entrada de blog, recuerda que el término “familia” debes leerlo al más puro estilo siciliano y mientras mueves tus brazos de arriba abajo con los dedos agrupados en forma de higo, con la más exagerada exclamación que puedas darle. Solo así, cobra su auténtico sentido.
Bromas aparte, quería compartir esta
experiencia de familia clown creada a partir de lo vivido en el taller de
Néstor Muzo. Acudí al taller con entusiasmo y ganas de juego. Era la siguiente
etapa en mi viaje de autodescubrimiento. Había pasado por una primera estación con
Gloria López y su taller de Teatro y Vínculo. Luego culminado mi “viaje del héroe”,
una vivencia intensa de reconocimiento personal a través de las artes escénicas
bajo la batuta de Antonio Reina y Carola Fuentes en la Sala el Cachorro de
Sevilla. Y el broche final, la iniciación al Clown en el Centro María Zambrano
de Granada organizado por el Centro Alejandría.
“A ver qué me encuentro hoy” –
fue el pensamiento inicial al atravesar el umbral del centro que abría
sus puertas a las personas asistentes.
Allí se acumulaban personas que
iban saludándose, hablando, preguntando.
“Sí. Se conocen”. – confirmé. “Pues
estupendo entonces…reto nuevo. Acceder a un grupo ya formado”. No hay nada que
me provoque más sentimiento de inseguridad y timidez que estas situaciones.
Pero en los últimos tiempos, me encuentro con ellas con mucha frecuencia.
¿Lección por aprender?
Sin embargo, desde el primer
instante me sentí acogida, integrada, escuchada, comprendida, protegida,
apoyada. Y ya, mi miedo se disipo. Bueno, uno de ellos. Néstor desde el primer
momento captó nuestra atención. Su modo de irnos acompañando en el método y en
la teoría clown nos permitió acceder a todo casi sin darnos cuenta. Jugando,
disfrutando, sintiendo auténticamente todo lo que significaba “pensar con el corazón”.
Brillante igualmente, su modo de
hacernos llegar hasta la espontaneidad, la creatividad, la imitación, el
movimiento, la danza, el escuchar con los cinco sentidos, la risa auténtica.
Emotivo e intenso, su ritual de iniciación
que jamás olvidaré, al igual que tampoco podré borrar de mi memoria lo sentido
en ese momento, y del que, por supuesto, no revelare ningún detalle. Porque experiencias
de este tipo, hay que vivirlas de forma personal e íntima.
Extraordinario, el vínculo
potente que el facilitador consigue crear entre nosotros, y entre nosotros con
nuestra pequeña mascara roja. Esa nariz de clown considerada la máscara más
pequeña del mundo, que una vez colocada por primera vez en nuestro rostro,
contagia una especie de “virus inmortal” que atraviesa todas las neuronas de
nuestro cerebro, para a partir de ese momento, comenzar a ser otra persona
nueva.
Una persona clown aprende vivir
la vida de otra forma. Empezando por verla de otro color. O ¿es de colores?…¿de
qué color? ¿no se? ¿Violeta? ¿o es rojo? ¿o quizá es verde? ¿o de ningún color?
¿o de todos? …Aaaah. – esa exclamación de la iluminación encontrada. Esa era la
respuesta…La encontré…
Cuerpo en permanente movimiento.
Mi cuerpo me responde en la medida en que lo escucho, lo conozco y lo
reconozco. Hay tanto que deseo aprender de él todavía, de sus posibilidades…
Así que, sí. Definitivamente. Ha
sido una experiencia transformadora, reveladora e ilusionante que me llena de
energía y me enseña a no tener miedo a la palabra, ni al sentimiento, sea el
que sea, ni al juicio del otro, porque es el otro quién juzga. El clown no sabe
hacerlo, no necesita hacerlo.
Sencillamente, lo hace lo que
hace porque quiere, porque provoca, porque lo desea, porque se siente vivo. Es mi
mirada de niña la que recupero en este fin de semana. La mirada limpia, clara,
inocente, llena de vida, llena de preguntas que los adultos no saben responder precisamente
porque han perdido la frescura de la inocencia.
El clown no posee fronteras, ni ideologías,
ni lenguas, ni lucha, ni controversia. Solo hay deseo de amar, de compartir, de
unir, de refrescar, de regalar sonrisas, de poner color a la vida, de decirle
al mundo lo hermoso que puede llegar a ser sentirse vivo. Aunque la forma de
vida en este mundo nuestro, sea una auténtica mierda, el clown sigue
teniendo esperanza de poder transfórmalo en algo hermoso.
Todo eso he aprendido en este fin
de semana. He grabado a fuego en mi corazón cada una de las miradas y emociones
de mis compañeros/as del grupo. Cada una de las palabras del Maestro Muzo. Cada
una de las experiencias vividas en lo mas profundo. Y me quedo con esta
experiencia reveladora de esta mañana:
Hoy me levanto
Y deseo darme una
ducha
Pero no hay agua
Porque ha habido una avería
en la zona
Y ¿qué hago?
¿Me desespero?
¡¡¡No!!!
Porque tengo algo:
Tengo un “¡¡¡Hey!!!”.
Y no pude hacer otra cosa que reírme.
GRACIAS A TODOS/AS MIS COMPAÑEROS/AS
DE VIAJE. Gracias a Nestor por todo lo que nos ha compartido. Gracias al Centro
María Zambrano por acogernos en su casa. Gracias a este Centro Alejandría, por
existir y permitir que estos milagros de transformación de nuestras pequeñas
realidades cotidianas, sean posibles.
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